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domingo, 31 de agosto de 2008

EL CAMPO SALE A “ALQUILAR VIENTRES”.

El campo quiere salir a “alquilar vientres”; esto es, “implantar” (ubicar en las listas) hombres propios en las grillas de los Partidos Político para, una vez “nacidos” (electos), crear un “bloque agropecuario”, si es posible con quórum propio (Buzzi dixit)” independiente del Partido que los llevó en su seno (listas). Apuntan a la necesidad que tendrán los Partidos – incluido el peronismo- para las legislativas del año que viene, al convencimiento de que “el campo garpa votos”, como dicen los porteños.
Luciano Miguenz fue contundente en su discurso inaugural de Palermo: “podemos esperar al 2011”, sentenció. Para que haya un 2011 tiene que haber, necesariamente la “clasificatoria” del 2009; hacia allí apuntan los dirigentes. Salvo “El Alfredo” (De Angeli) que mira mucho más allá y apunta, inteligentemente, al “recambio generacional”. La prueba la dieron los más de mil jóvenes estudiantes de las facultades de medicina veterinaria y agronomía que lo escucharon atentamente la semana pasada la Facultad de Esperanza.
Ellos serán los futuros herederos y asesores del campo del futuro más o menos mediato que, en un país agroproductor exportador de alimentos como Argentina en un mundo con cada vez mas hambre, es diamante político a pulir.
La “quinta entidad”.
La “quinta entidad” agropecuaria: los “autoconvocados”, cuyo líder espiritual es Alfredo De Angeli, que nacieron al calor de los primeros 21 días de lucha a la vera de las rutas, constituyéndose en soporte y guía de las cuatro entidades que pugnaban por arrancarle al intransigente gobierno del matrimonio Kirchner la derogación de la nefasta resolución 125, hoy pugna por ganarse un espacio orgánico dentro (o fuera) de los entes que representan “formalmente” al sector agropecuario.
Los “autoconvocados” ó “asambleístas” (no quieren que los llamen “piqueteros”) coparon las rutas con jóvenes, mujeres y niños, capitalizando de inmediato el descontento de la sociedad para con un gobierno que comenzaba a mostrar su lado débil al no poder contener, y encima negar, una incipiente y creciente inflación que comenzaba a carcomer los salarios y las ilusiones.
Fue en ésos azarosos días abril cuando miles de “gringos” descubrieron, tal como escribimos en su momento, que “había vida mas allá de la tranquera” y que la interrupción del tránsito en rutas, calles y caminos no era patrimonio exclusivo de los “luchadores sociales” de Capital Federal y el Gran Buenos Aires, ni de los asambleístas de Gualeguaychú contra la pastera Botnia, sino un derecho “para-constitucional” cuando de llamar la atención de la opinión pública se tratare.
El combustible para mantener y avivar la llama de la insurgencia agropecuaria lo suministró el matrimonio Kirchner con su arrogancia y prepotencia, que le sumó a la gringada el apoyo de la “sociedad urbana” que encontró en el “campo”, símbolo de trabajo agreste, de unión familiar, de la “infinita fecundidad de la tierra”, en definitiva de patriotismo, el instrumento ideal para repudiarlos. Nació así el slogan “Todos somos el Campo”. Los Kirchner, con el correr de los días seguían afilándole el hacha al verdugo.
El monstruo se agigantaba y cobraba una fuerza inusitada y descontrolada que no solo preocupaba a las “entidades”, sino a las propias “bases” que, entre la algarabía de estar “torciéndole el brazo” a la Presidenta (denigrada hasta el hartazgo con los mas injuriosos epítetos que se puedan elaborar contra un Primer Mandatario, mas agresivos inclusive que los pronunciados contra De la Rúa) no vislumbraban dónde y cómo “terminará esto”. Había sentimientos encontrados en los piquetes; nadie quería que se vaya la Presidente, pero intuían que el socavón institucional llegaría hasta el despacho de Balcarse 50 si alguien no paraba el carro. El propio Reutemann tuvo que salir a aclarar que él no veía “golpistas” en las rutas.
Mientras, desde la Capital Federal los “acólitos ilustrados” del poder describieron como de “clima destituyente” la situación reinante en el país, ante el incontenible avance del movimiento “urbano-agropecuario”; aunque para ser mas precisos en su diagnóstico deberían haber descrito un escenario “autodestituyente”, porque el “dueto” (como los llamó Binner) Kirchner- Fernández caminaba hacia el abismo, empujados solo por su ceguera conceptual que los llevó a contraatacar (en lugar de solucionar el conflicto) con una violencia verbal que, pronunciada – o apoyada en actos frente a la Casa Rosada - desde los estrados públicos, adquiría mayor gravedad institucional.
Volver al Congreso. Arma de doble filo.
Escribíamos por aquellos días: “la bala va por el caño”. Y salió en la madrugada del 17 de Julio disparada por Julio Cobos con su voto “no positivo” que pacificó el país al borde de las llamas y de concretar el preanunciado “clima autodestituyente”. Aunque hiriera de gravedad política al matrimonio Kirchner (no estuvo equivocado Néstor Kirchner si, como dicen, le pedía a su esposa Cristina que renuncie después del revés legislativo).
Pasaron 45 días y nada cambió para el campo, agravado para colmo por una sequía histórica en su zona más productiva; las leyes madres para el sector prometidas en el Congreso por aquellos días quedaron - en el mejor y bienintencionado de los casos- en prolijas carpetas convenientemente encajonadas.
Desde el gobierno, que masculla la venganza, se maquilló la buena predisposición “para con el sector” cambiando al inexistente Secretario de Agricultura Javier De Urquiza por un mas voluntarioso Carlos Cheppi, que torpemente desde el primer día mostró las cartas políticas con las que va a jugar: “entretenelos”, tal la orden que Néstor Kirchner le había dado al malogrado Alberto Fernández durante los aciagos día de conflicto explícito pareciera que sigue mas vigente que nunca, y Cheppi cumple: un anuncio por aquí, un acta acuerdo por allá; pero las medidas de fondo no aparecen. Y dudamos que aparezcan.
Es por ello que el sector, ya sin el respaldo manifiesto de la “sociedad urbana” que sigue enfrascada en su día a día, y hasta se pregunta peligrosamente “¿y ahora que quiere el campo; no se derogó la 125; no les están dando, acaso lo que pedían?”, decidió atrincherarse en sus propias filas (y así lo demuestran las últimas manifestaciones públicas) para “entrarle” al gobierno por el “costado institucional” llamado Congreso de la Nación con una próxima movilización para el 9 de Septiembre, precedidas de asambleas mas o menos exitosas en convocatorias.
Arriesgada maniobra. Salvo honrosas excepciones de convicción personal, el centenar y pico de legisladores que apoyó al campo en su momento lo hizo guiado por su natural instinto de preservación (las encuestas a favor del campo eran demoledoras). Hoy con el escándalo Aerolíneas, el Congreso está demostrando que la derogación de la 125 (que, bien vale recordarlo perdió en Diputados y empató en el Senado) fue, como dicen en el campo, “una golondrina que no hizo verano” en el intrincado mundo político legislativo.
El campo aspira llevar el 9 de Septiembre al Congreso no solo el reclamo de un Plan Agropecuario Nacional, sino la derogación de los famosos “súper poderes” que el Parlamento le cedió en su momento al Poder Ejecutivo.
Lo más probable es que esta vez se encuentren con un “clima porteño” que, mas allá del pedido de cholulos autógrafos al líder carismático Alfredo De Angeli, no le brinden la fervorosa acogida de hace casi sesenta días atrás que, sumado a las internas que subyacen en las entidades entre “históricos”, “autoconvocados” y el objetivo de Alfredo De Angeli: los jóvenes, mas la evidente apatía de la “sociedad urbana”, crea un escenario poco favorable para entusiastas reivindicaciones, por mas justas que resulten.
Con una la ciudadanía advertida de que el campo ya no es un ente aislado en un país que sufre por igual las consecuencias de un modelo político y económico que está barranca abajo, sólo una estrategia bien definida y amalgamada en un sector que debiera estar – no es su naturaleza política – sólidamente unido podría devolverle al campo el centro de la escena. “¿Cómo soñar la Argentina y su destino como sociedad?, la diferencia sustancial que hace del sueño un sueño, y no una mera ilusión, es la capacidad no solo de interpretarlos, sino de transformarlo en un plan de acción”, dice el Rabino Sergio Bergman en su excelente libro “Argentina Ciudadana”.
Deberá entonces el campo comenzar a trabajar en lo que describimos al comienzo de esta nota: el “alquiler de vientres” para gestar legisladores propios; para ello deberá meterse en un terreno, el político, que nunca exploró a fondo y que puede convertirse en una peligrosa ciénaga donde ya perecieron mas de cuatro en el intento.
31 de agosto de 2008

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